02 agosto 2006

La lectura en la guerra

En relación con la entrada anterior (el poema de Miguel Hernández y, de fondo, la triste guerra del Líbano), pienso que, durante las guerras, uno de los hechos más llamativos es que, hasta donde se puede, la vida sigue. Más de una vez he leído que es una necesidad humana: por dura que sea la situación, o más bien por eso mismo. Digo "he leído" porque tengo la suerte de no haber vivido la guerra en primera persona.

Evidentemente, sigue bajo otras condiciones, de violencia ajena y propia (como la censura nacional). Pero sigue y, como parte de la vida, sigue habiendo un lugar para la lectura. El siguiente pasaje describe en parte el espacio que tenía la lectura en los refugios antiaéreos del metro de Moscú durante los bombardeos de la Luftwaffe en 1941. Lo tomo de un libro de próxima publicación (en España): Moscú, 1941, de Rodric Braithwaite. Está claro que, en esas circunstancias, la lectura no era estrictamente hablando un espacio de libertad, pero algo es que haya libros donde caen las bombas.

En las estaciones se dispusieron también bibliotecas y altavoces de radio. Los diversos RaiKom [comités de distrito] empleaban a sus activistas locales para formar brigadas de «agitadores» que organizaban actividades: conferencias de los oficiales locales del Partido o de soldados venidos del frente, exposiciones, pases de películas, actuaciones de brigadas de concierto, bibliotecas móviles y quioscos para la venta de libros y revistas. Para los más chicos se organizaban lecturas especiales, clases de dibujo, de construcción de maquetas y de costura. Durante las alertas aéreas, por otro lado, nacieron en el metro de Moscú más de doscientos niños.


Escrito por Darabuc

1 comentario:

Anónimo dijo...

Será por eso que dicen que la guerra saca lo peor y lo mejor que tenemos los seres humanos...