12 febrero 2007

Lectura y ética: otras voces

Otras voces con otras reflexiones sobre la relación de lectura y ética. Cada una, con sus matices, su posición personal y su concepción del mundo. No necesariamente comparto lo que cite; tampoco discrepo necesariamente. Supongo que al armar nuestra visión de las cosas, lo mejor es beber de cuantas más fuentes, mejor.

Objetivos

[...] Desearía que [este libro, Bienvenidos a la fiesta. Diccionario-guía de autores y obras de literatura infantil y juvenil] fuera un instrumento útil para todos los padres y educadores que quieren fomentar los mejores libros entre los niños y los jóvenes, y que con frecuencia encuentran costoso, e incluso frustrante, orientarse bien entre la enorme producción actual. [...]

En la medida de lo posible, se trata de tener claro cuáles son "los mejores libros", en el sentido de "mejores por qué". Con esa información podemos conocer los cimientos de la LIJ y, por tanto, saber qué cargas puede y debe soportar, y cuáles es preferible no encomendarle. En esa línea se puede añadir que, quizá hoy más que nunca, parece importante buscar un equilibrio: descalificar lo viejo por ser viejo y aplaudir lo nuevo por ser nuevo es una bobada tan grande como la contraria; señalar que las intenciones pedagógicas lastran a veces el valor literario no equivale a ignorar que las ficciones nos enseñan mucho sobre la condición humana; amar los buenos libros es conocer también muy bien la fascinación y el poder de los libros tramposos... Y más matices que se podrían añadir.

También intento dar pistas y ayudar a discernir el «mejores para qué» o el «mejores para quiénes», y esto ya nos conduce hacia el objetivo de buscar no sólo más sino sobre todo «mejores lectores». Si cualquier lector joven experimenta pronto que dentro de los libros encuentra mundos donde viven las emociones, cualquier educador sabe bien que la educación sentimental depende de las historias que nos llegan durante los años de niñez y juventud. En ese sentido se puede decir que ni los relatos más banales son inocuos, y menos aún cuando llegan en avalancha como ahora sucede.

Las ficciones juegan una parte decisiva en la educación sentimental de los lectores jóvenes y tienen una gran capacidad para despertar ideales y orientar la vida detrás de unos u otros objetivos. Ahora bien, normalmente no es dentro de los mismos libros, sino en el interior y en el entorno de los lectores, donde podemos encontrar el camino que conduce hacia el conocimiento y el aprecio de «los mejores libros». No está de más recordar que, si todos necesitamos orientación para que los libros puedan cumplir su misión de ayudarnos a comprender algo mejor por qué las cosas son como son y qué debemos hacer con nuestras vidas, más aún la necesitan los niños y jóvenes si se busca que, al hacerse lectores maduros, se conviertan también en mejores personas.

Luis Daniel González, Bienvenidos a la fiesta. Diccionario-guía de autores y obras de literatura infantil y juvenil, 2.ª edición, Cie Dossat 2000, 2006, p. 13. Sitio web de Bienvenidos a la fiesta

Escrito por Darabuc

3 comentarios:

Ana Lorenzo dijo...

Es interesante. Estamos, como siempre, en la eterna cuestión de si los libros nos hacen mejores o no. Pues puede que no. Pero al menos podemos identificar nuestros sentimientos con los de otros y ponerles nombre, o descubrir otros nuevos, podemos vivir otras experiencias y podemos ver reflejadas en unas de otro situaciones nuestras. En fin, creo que los libros sí nos ayudan a hermanarnos, a descubrir nuevas formas de expresar lo mismo, a encontrar en un autor vivo de tu mismo país algo que también encuentras en un autor muerto hace dos siglos de un país lejano.
Lo de hacernos mejor persona... todavía no sirve de atenuante en los juicios, ¿no? «Verá usted, el acusado leía libros buenos.» «Ah, entonces serán cinco años de reducción en su pena.»
Un saludo.

Atlante7 dijo...

Por lo que a mí respecta, nunca he descalificado “lo viejo por ser viejo...” ni lo contrario, siempre he amado los buenos libros, sean de la época que sean.

Hace muchos años escuché a un buen escritor, todo un Premio Cervantes, afirmar que no entendía cómo es posible que obliguen a niños y jóvenes a leer ciertos clásicos de la literatura española, a edades en las que se están iniciando a la lectura... (opinión que suscribe una amiga profesora de literatura). Comparto esa afirmación. P. ej. “El Buscón” de Quevedo, y “El Lazarillo de Tormes”, los he disfrutado muchos años después, y cuando no era obligatorio.

Con el tiempo podemos mejorar como lectores, y espero que también como escritores; no sólo en cuanto a calidad literaria, sino también humana, evitando expresiones despectivas o desdeñosas... siempre desde la humildad.

Darabuc dijo...

Gracias, Ana y Atlante.

Con los libros clásicos hay experiencias de toda clase; hay hasta alguna escuela rural que ha dedicado toda la hora de literatura del cuarto curso a leer íntegro el Quijote, si no recuerdo mal una nota de CLIJ; la maestra quedó contenta. De mi recuerdo personal, por ejemplo, La Celestina, íntegra en tercero de BUP, fue un libro de eco mixto: algunos lo disfrutamos mucho, otros desconectaron del todo. Es probable que, con la formación actual, muchos libros clásicos fallen en la clase. Hay en general menos formación de lengua, y menos aún de lengua clásica, y un libro que empieza por no entenderse es fácil que no se disfrute.

Respecto de conocer y conocerse, yo creo que valen mucho para eso. Por eso hay algunos críticos morales que pueden ver un peligro muy grande en ellos, según sea, por ejemplo, el trato y el concepto de temas polémicos, como la sexualidad.

En realidad me parece un tema muy complejo. Espero ir copiando algunas otras reflexiones de otros autores, como motivo de charla, o al menos de exposición de la diversidad.