"Una parte de las justificaciones para las políticas de promoción de la lectura proviene de la idea de que la lectura es una práctica en crisis que requiere animación o promoción. Los debates sobre la lectura realizados en la última década están atravesados por la idea de crisis, una idea cargada de sentidos que expresa, entre otros fenómenos, la interrupción del crecimiento de la proporción de lectores en los distintos países, la meseta y aún el decaimiento de los índices lectores, las escasas habilidades lectoras y el bajo interés por la lectura identificados en los alumnos, en especial entre los adolescentes, y las dificultades para el mantenimiento de los lectores más allá de la escuela. […]
Es posible que la crisis a la que se hace referencia pueda comprenderse mejor si se diferencian dos condiciones distintas con respecto a las prácticas de lectura y escritura que caracterizan las situaciones de grupos diferentes de la población.
Por un lado, para sectores importantes la lectura no se ha instalado aún como parte de la práctica cotidiana, en virtud de sus oportunidades menguadas de participación en los efectos económicos y culturales de la modernidad: el acceso generalizado a la cultura escrita requiere y se justifica si hay instituciones que se sustentan en el uso de documentos que alcancen todo el conjunto social; esta no es la situación en importantes zonas de Iberoamérica.
Por otro lado, para los sectores con fuerte inscripción social en la modernidad, se estaría produciendo una profunda reorganización de los modelos de consumo y del modo de empleo del tiempo libre, reorganización que produce un deslizamiento hacia una serie de actividades y espectáculos de entretenimiento que no involucran la lectura y la escritura, y recientemente un incremento de la oralidad a través de interfaces electrónicos como los teléfonos móviles y las redes de computadoras. Son los grupos alfabetizados que los programas de lectura buscan mantener como lectores, en especial como lectores de libros, y a los que los profundos cambios culturales traccionan hacia otras formas de relación con la lectura y la escritura.
Como puede suponerse, los desafíos que estos dos grandes colectivos plantean a las políticas de lectura son diferentes, y es necesario discutirlos como parte de cualquier valoración de las iniciativas en la región. A través del informe producido pretendemos aportar argumentos a favor de la necesidad de que las políticas de promoción de la lectura y del libro tomen nota de estas diferencias, pues es posible que, más allá de las formulaciones generales de los objetivos de las políticas, se esté priorizando a uno u otro sector en virtud de las estrategias efectivamente desarrolladas. […]
En: Informe OEI. Políticas educativas de promoción de la lectura. VI CONGRESO IBEROAMERICANO DE EDITORES
Presentación Secretario General de la Organización de Estados Iberoamericanos
Es posible que la crisis a la que se hace referencia pueda comprenderse mejor si se diferencian dos condiciones distintas con respecto a las prácticas de lectura y escritura que caracterizan las situaciones de grupos diferentes de la población.
Por un lado, para sectores importantes la lectura no se ha instalado aún como parte de la práctica cotidiana, en virtud de sus oportunidades menguadas de participación en los efectos económicos y culturales de la modernidad: el acceso generalizado a la cultura escrita requiere y se justifica si hay instituciones que se sustentan en el uso de documentos que alcancen todo el conjunto social; esta no es la situación en importantes zonas de Iberoamérica.
Por otro lado, para los sectores con fuerte inscripción social en la modernidad, se estaría produciendo una profunda reorganización de los modelos de consumo y del modo de empleo del tiempo libre, reorganización que produce un deslizamiento hacia una serie de actividades y espectáculos de entretenimiento que no involucran la lectura y la escritura, y recientemente un incremento de la oralidad a través de interfaces electrónicos como los teléfonos móviles y las redes de computadoras. Son los grupos alfabetizados que los programas de lectura buscan mantener como lectores, en especial como lectores de libros, y a los que los profundos cambios culturales traccionan hacia otras formas de relación con la lectura y la escritura.
Como puede suponerse, los desafíos que estos dos grandes colectivos plantean a las políticas de lectura son diferentes, y es necesario discutirlos como parte de cualquier valoración de las iniciativas en la región. A través del informe producido pretendemos aportar argumentos a favor de la necesidad de que las políticas de promoción de la lectura y del libro tomen nota de estas diferencias, pues es posible que, más allá de las formulaciones generales de los objetivos de las políticas, se esté priorizando a uno u otro sector en virtud de las estrategias efectivamente desarrolladas. […]
En: Informe OEI. Políticas educativas de promoción de la lectura. VI CONGRESO IBEROAMERICANO DE EDITORES
Presentación Secretario General de la Organización de Estados Iberoamericanos
2 comentarios:
Muy interesante, Mariela, tanto la observación original como la diferenciación de grupos a los que no se puede atender del mismo modo.
Todo lo que se haga en pro de la promoción de lectura me parece interesante, necesario, vital, por el valor que reviste el contacto con la literatura para el enriquecimiento espiritual del individuo
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