12 octubre 2006

Los viajes de Ismail

"Nadie sabe muy bien cómo sucedió ni la verdadera explicación de su llegada, pero un día apareció en la escuela un personaje imaginario llamado Ismaíl.
Llegó en solitario, observó, y decidió quedarse entre nosotros. [... ] Una mañana nos contó su historia...Escuchamos en silencio, sin hacer preguntas, dejando que fluyera su narración. Ismaíl dijo que procedía de una tierra lejana y desértica, perdida entre altas montañas y valles oscuros, en algún lugar del centro de Asia. Debido a algún suceso terrible que no podía nombrar, el pueblo de la gente menuda, su familia y sus amigos, todos se vieron obligados a dispersarse. Algunos tomaron el camino del Sur, un poco más cálido; pero Ismaíl decidió partir hacia el Norte, en busca del camino del fin de la Tierra. Se desplazara, únicamente con la ayuda de sus fuerzas, por caminos y carreteras llenas de polvo, atravesando lugares inhóspitos y aldeas desconocidas, hasta perderse en las fronteras de Turquía. Detuvo su caminar durante un tiempo, y en una hermosa ciudad, en Estambul, paseó por un puente de hierro que separaba a Asia de Europa. Un poco después, de nuevo en los caminos, alcanzó las tierras bajas de Siria y los bosques de Líbano. Y en Jordania descubrió las misteriosas ruinas de Petra, la ciudad que una vez se tragara el desierto. También estuvo en Jerusalén, en Israel, una ciudad sagrada para tres religiones: el judaísmo, el cristianismo y el islamismo. Por desgracia, los niños de Palestina le recordaron que, a pesar de que era una ciudad multicultural y de dominio compartido, ellos y sus familias tenían prohibida la entrada. Cuando apareció en Egipto, ya en África, se bañó en las aguas azules del río Nilo, el río de los faraones. Más tarde, delante de las viejas pirámides, se dejó caer en el suelo impresionado por su altura y grandeza. Pero como por fin estaba en las arenas del desierto del Sahara, el padre de todos los desiertos, decidió interrumpir su camino durante algunos años. Se sentía bastante agotado y nervioso. Por eso descansó en los palmerales de algunos oasis, en Túnez, en Argelia y en Marruecos, donde conoció las canciones de las mujeres saharauis. Un canto triste y a la vez de esperanza por una tierra que un día será libre, como dijo Ismaíl mientras escondía alguna lágrima. En cierto momento volvió a notar que no podía estar parado. En los caminos escuchaba el sonido de su nombre. Por esas voces, que en secreto le guiaban, cruzó el estrecho de Gibraltar en un barco de pesca y desembarcó en una playa de Almería. Allí seencontró con otros viajeros que habían llegado en unas lanchas que llamaban pateras. Eran inmigrantes que deseaban una nueva vida en Europa. Con algunos de ellos, Ismaíl vivió un tiempo en Andalucía, hasta que percibió que los cisnes volaban hacia el Norte, y entonces recordó el objeto de su búsqueda. Por suerte, alguien de su estirpe le habló de Hércules y de una torre antigua que había en la tierra del findel mundo: el faro de Brigantium, que el héroe griego construyera en una ciudad gallega. Así, cruzó la península Ibérica y orientó sus pasos hacia Galicia. Al final, cuando descubrió las aguas del gran océano y que en aquella tierra brumosa había muchos finisterres, detuvo su peregrinaje en la Costa da Morte. Y en Malpica, un pueblo marinero de esa tierra costera, en el país húmedo de Bergantiños, comprobó que la sabiduría de sus viejos habitantes era maravillosa. Tan maravillosa como las gentes de su pueblo menudo, que había dejado atrás. Tal vez terminara la necesidad de su viaje. Por eso decidió quedarse..."
Un saludo, Mario Aller

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